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Un curso de la Universidad de Verano de Adeje muestra técnicas para aprender a reconocer y controlar las emociones

Antes de que se hablara del concepto de “inteligencia emocional”, en la tradición occidental ya existía la convicción de que las emociones eran como un “caballo desbocado” que había que controlar.

22 de julio de 2022

Antes de que se hablara del concepto de “inteligencia emocional”, en la tradición occidental ya existía la convicción de que las emociones eran como un “caballo desbocado” que había que controlar. Con el tiempo, la psicología ha permitido conocer mejor cómo funcionan esos impulsos que muchas veces determinan la conducta, y existen técnicas para reconocerlos y gestionarlos de una manera provechosa para la persona que los experimenta.

Ese es el objetivo principal del curso de la Universidad de Verano de Adeje “Inteligencia emocional. Herramientas para el análisis de nuestras emociones y la de otros”, dirigido por Christian Robert Rosales Sánchez, del Departamento de Psicología Cognitiva, Social y Organizacional de la Universidad de La Laguna, quien lo imparte junto con la psicóloga clínica Maryurena Lorenzo Alegría, actualmente docente en el mismo departamento.

Mayurema Lorenzo explica que el término “Inteligencia emocional” no está ni mucho menos asentado y, de hecho, existen diferentes definiciones y modelos, lo cual implica que hay instrumentos diferentes para medirla y, por tanto, todavía se dan resultados muy dispares. Quizá el más popular sea el del divulgador Daniel Goleman, a quien la especialista le reconoce su gran aportación para dar a conocer este concepto entre el público, pero cuyos postulados opina que deberían ser revisados porque no todo lo que expone tiene apoyo científico.

Por ello, el curso se ha basado en el modelo que tiene mayor apoyo empírico, denominado “de las cuatro ramas”, el cual considera que la inteligencia emocional no es realmente un tipo de inteligencia o un rasgo de personalidad, sino un conjunto de habilidades que pueden trabajarse y “entrenarse”: la percepción emocional, la comprensión emocional, la facilitación emocional y la regulación emocional.

El curso también ha querido romper algunos mitos de la literatura divulgativa, la cual sitúa la inteligencia emocional en la base del éxito académico, profesional y en general en la vida. “No todo es así, queremos “aterrizar” ese modelo y que no nos llevemos tanto por lo que vemos en la prensa o cualquier medio de comunicación y nos centremos en lo que se ha demostrado empíricamente. Hay algunos trabajos que pueden apuntar a que esa idea no está desencaminada, pero todavía queda mucho trabajo por hacer”.

Durante el curso se han propuesto numerosos ejercicios prácticos que demuestran cómo se pueden entrenar esas cuatro habilidades de la inteligencia emocional. Así, para la percepción emocional, que consiste en ser capaz de detectar las emociones en uno mismo y en los demás, se trabajó con imágenes, fotografías y fichas que expresaban alguna emoción, para que los demás estudiantes intentaran reconocerla. Para la comprensión emocional, se utilizaron adivinanzas, dando una definición de una emoción que el alumnado debe descubrir y comprender qué implicaba a nivel cognitivo y afectivo y cómo se expresaba a nivel conductual. En la habilidad de facilitación, se buscó que las personas asistentes, para cada situación concreta, seleccionara qué emoción resultaba más útil. Y para la regulación, se explicaron algunas técnicas de respiración y relajación.

Como resume Lorenzo Alegría, “hay quien dice que la inteligencia emocional es un conjunto de habilidades que la psicología ya manejaba, como un vino viejo en un nuevo envase. Lo novedoso del modelo de las cuatro ramas es que enseña cómo una persona puede aprovecharse de sus emociones para rendir mejor, tener un mejor pensamiento y un mejor desempeño: cómo aprovecharlas, bien cambiándolas, bien adaptando lo que se esté haciendo a esa emoción. Y es posible hacerlo”.

No se trata tanto de inhibir las emociones, ya que estas son útiles y por ello han resistido a la evolución, pero sí aprender a regularlas y a manejarlas. “De hecho, hay estudios recientes que asocian la inteligencia emocional con menor sintomatología ansiosa durante el periodo de la Covid-19, o que asocian un alto nivel de inteligencia emocional con el bienestar subjetivo y la satisfacción con la vida. La idea es aprender o crecer de nivel de inteligencia emocional para poder gestionar esas emociones y que me sean útiles también para la salud”.

Por ello, la especialista cree positivos los esfuerzos que se están impulsando en Canarias, con un fuerte apoyo de investigadores de la Universidad de La Laguna, para implantar la educación emocional en las etapas tempranas de la escolarización. “Adaptado a su edad, me parece interesante que los niños y niñas empiecen a manejar las emociones, a controlarlas y conocerlas. Porque según este modelo, se van adquiriendo las habilidades como si se tratara de escalones. Si desde pequeños nos ayudan con la percepción emocional, luego podremos comprender y facilitar mejor esas emociones y, al final, regularlas. Es una tarea que, como cualquier habilidad, si empezamos desde pequeños, se nos hace más fácil”.

El curso ha tenido una buena afluencia de público, superando la veintena de asistentes y, si bien una gran parte ha sido alumnado universitario de titulaciones como Maestro o Pedagogía, también ha habido varias personas sin ninguna relación con el sector educativo que, simplemente, quieren mejorar a nivel personal.