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La promoción en redes sociales de una app para móviles puede ser más determinante para el éxito que su calidad

La fama o reputación de una app determina su número de descargas, estas, a su vez, provocan que su posición en la tienda de aplicaciones de Apple mejore.

24 de julio de 2014


El profesor José Luis González Ávila, del Departamento de Ingeniería Informática de la Universidad de La Laguna, ha dirigido a lo largo de esta semana en la Universidad de Verano de Adeje un taller de creación de aplicaciones (apps) para teléfonos móviles y tabletas que utilizan el sistema operativo iOS7 de la compañía Apple. Se trata de un mercado que atrae a cada vez más usuarios en el que, a juicio del especialista, para tener éxito muchas veces importa más la promoción que se pueda hacer del programa en redes sociales que la calidad del mismo en sí.

Como ejemplo, citó el juego “Flash Bird”, que es un programa relativamente sencillo que, generó muchísimas descargas porque una personalidad pública con muchos seguidores comentó en redes sociales que era incapaz de superar el tercer nivel. Ese comentario puso sobre aviso a sus seguidores sobre la existencia de esa app, la cual ganó un inusitado número de seguidores a partir de ese momento.

La fama o reputación de una app determina su número de descargas, estas, a su vez, provocan que su posición en la tienda de aplicaciones de Apple mejore. Es un círculo: cuantas más descargas se obtienen, más posibilidades de ser descargada se logran. De ahí la importancia de adquirir notoriedad, indicó el ponente.

Junto a la promoción en la web 2.0, otro elemento que puede suponer un acicate para el éxito de un programa es contar con un elemento novedoso y salir en el momento adecuado. El paradigma sería WhatsApp, un programa de mensajería cuyas prestaciones son muy similares a otras aplicaciones contemporáneas, salvo que esta incorporaba de manera automática la agenda del teléfono del usuario. Esa característica diferenciadora bastó para que se desmarcara del resto de aplicaciones similares, y, hoy por hoy, la incorporan otros programas.

Para González Ávila, aunque las aplicaciones para el sistema operativo Android, propiedad de Google, también pueden obtener rentabilidad económica, es en el e Apple donde verdaderamente se pueden obtener mayores beneficios. Eso se debe a que Android, por las propias características de su empresa matriz, está más orientada al software libre. “En cambio”, explica, “quien compra un iPhone o un iPad lo hace con la convicción de que tiene que pagar por esas aplicaciones”.

Apple impone a los programadores mayores restricciones y exige unos acabados más profesionales. Pero, en contrapartida, facilita la creación de las aplicaciones: “Te garantiza que vas programar para un número limitado de modelos: las versiones 4, 4S, 5, 5S y 5C del iPhone que, en la práctica, los dos primeros y los tres segundos, tienen dimensiones similares. Hay que programar solamente para dos tamaños de pantalla, mientras que en los teléfonos Android, las variedades de tamaño son grandes, lo cual puede repercutir en el acabado de las apps”.

El curso se ha dirigido a la construcción de tres aplicaciones distintas. La primera, es una agenda en la que el usuario puede ir chequeando sus actividades diarias. La segunda, utiliza los mapas de Google para marcar localizaciones de interés, como restaurantes. La última, está más orientada a la comunicación entre las aplicaciones del terminal. El profesorado va dando pautas y un tiempo determinado para que el alumnado vaya alcanzado determinados hitos y, de ese modo, acabar sus apps.

El taller estaba inicialmente pensado para profesionales, peor al recibir alumnado con menor preparación, se ha reorientado al público general. De este modo, se está pidiendo a cada perfil de estudiante que desarrolle las aplicaciones con una dificultad acorde a su nivel.

González Ávila, indicó que en Canarias hay muy buenos desarrolladores con muchas aplicaciones en la tienda de Apple, pero resulta muy complicado lograr sobresalir entre tanta oferta pese a la calidad de sus productos. Sin embargo, el especialista cree que ese mito del programador solitario que desde su casa y con su ordenador diseña una aplicación que lo hace millonario sí es posible que llegue a darse.